mariposa de otra vida
fuiste al fuego
yo cola entre las patas
ni perro, sólo cola
admiré tus cenizas
llamé al viento
sembré el olvido
imagen de otra vida
fuiste fuego
mariposa de otra vida
fuiste al fuego
yo cola entre las patas
ni perro, sólo cola
admiré tus cenizas
llamé al viento
sembré el olvido
imagen de otra vida
fuiste fuego
Cuando sea grande
quiero que mi casa no tenga espejos,
ni en los baños ni en las habitaciones
en ningún lugar
nada que me devuelva una versión obtusa
de lo que yo mismo
pienso de mi
años atrás fantaseaba
con un cuarto lleno de espejos:
techo,
paredes,
sólo espejos.
Pretensión ostentosa
más cargada de ego y Narciso
que de inocencia infantil.
Cuando sea grande quiero que mi casa
no tenga espejos, mucho menos
aquellos parecidos a los de mi abuela
erguidos solemnes sobre aparadores
cargados de fotos que
viejas, grises
complotan con la imagen reflejada
devolviendo una mirada anciana y triste.
Abogo por la emancipación
de hombres y mujeres;
por su independencia del reflejo
cuando
sea grande
quiero que mi casa no tenga
espejos
delatores oportunistas
aprovechan defensas bajas
y dan duros golpes
con la impunidad propia de un espejo.
Prefiero la lagaña indiscreta
a la disciplina de los espejos;
la pasta de dientes en el bigote
o una mala combinación de prendas
será más auténtico
que el adiestramiento de los espejos, por eso,
cuando sea grande,
mi casa
NO
tendrá espejos y con coraje
sufriré cientos de años de mala suerte
por romper todo espejo
que en mi camino aparezca
cuando sea grande quiero que mi
casa no tenga
espejos y en lugar de un espejo
poner sobre el lavabo una rosa
o un cuadro de Picasso
y cada mañana comenzará
sin esa horrible costumbre
de querer cambiarse a uno, y tratar
de adivinar que piensa ese otro
que nos mira de la misma forma
que nosotros creemos que miramos
Y no tendré automóvil, pues ahí
los malditos son reglamentarios.
Pero en esto soy inflexible:
cuando sea grande quiero
que mi casa
no tenga espejos.
José María Vinícides Santander (Menorca, 1972-2006), escritor español de corta y trágica historia. Su familia lo desheredó y lo echó de su casa cuando cumplió la mayoría de edad, al enterarse de su homosexualidad. De jóven comenzó a volcar sus inquietudes íntimas en un diario personal, donde reflejaba todas las contradicciones que le producía crecer en una familia de la “alta sociedad”, donde los valores que se remarcaban rozaban “la frivolidad y la superficialidad extrema, el cinísmo y un conservadurísmo extremo y retrógrado” (12/9/1985). Los pasares de su niñez y adolescencia lo marcaron a fuego, y lo llevaron a quitarse la vida en la víspera de su cumpleaños 34, el 12 de enero de 2006.
Vinícides Santander (1988)
Dispar suerte
la nuestra
tu carisma, tu serenidad,
tu arte, tu belleza,
la tierra en tus zapatos
el nudo desprolijo
en tu corbata.
Tu cuerpo.
y doce tristes criadas adornando las tristes horas
de esta triste vida mía.
Quién (1990)
Quién dijo que yo no puedo
quién pudo que yo no dije
quién supo que yo no quise
quién ha sido
José María Vinícides Santander
Suerte (2005)
Soliloquios, monocordes,
monasterios, monaguillos,
solitario solsticio
solemne sollozo
sólo yo, sólo yo sólo
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Tres cosas tres: ensayos, prueba, ejercicios. Leerse por separados, sólo los une el espacio que comparten.
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Qué joder, hombre. Bien que te habrá sabido andar la vieja, mirá si ahora. Qué mal te hará la historieta repetida y deformada, si la vieja se ríe, y se ríe como pendeja. ¿Qué le va a decir a la vieja? No le hagá berrinche, no sea usté el pirado. Si la vieja quiere que llegue el nieto hace veinte años con el amigo, y quiere que las facturas, y que los mates: dejale con las facturas y los mates, qué importa qué nieto ni cuánta docena.
Si la vieja se ríe como de quince, a vos te parece? Mirá si ahora, justo ahora.
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Las cigarras siempre entienden, sabe. Es la cuestión el llamarles el silencio, y ahisíto nomás se acaba el chirrido. Cuando la lluvia, probé una vez. Que no me dejaban oírle a la lluvia, sabe. Y no va que le pegué el grito y quedó la lluvia nomás.
No le crea usted que le pifio el recuerdo, eh. No vaya a ser cosa que me crea tocado.
¿Me repite la pregunta?
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El campito, que era sólo el campito que estaba enfrente de casa. Que íbamos a jugar a la pelota con los pibes de la esquina, que eran varios y más guachos que yo. El campito, donde potrié con mi viejo, cuando todavía podía potriar, y después se puso viejo y ya la chamuyaba para no ir. El campito que tenía las piedras que hacían los palos, que se abultaban con buzos y mochilas. El campito que siempre fue de los milicos, como todo lo que estaba enfrente de mi casa.
El campito, hoy no rueda nada. Tiene reja y tiene yuyo largo, larguísimo. Qué va rodar si ni los pibes ya,
ni los pibes.
aquí, alli, en ningún lugar
con la certeza de un navío sin faro
navegando en altamar,
con la mirada en las propias huellas
el cuello retorcido
siempre hacia atrás
con el peligro insalvable
de una torre alta, altísima
como un castillo,
pero de copas de cristal fino
que en la primer duda
se torna música de acordes menores
y disminuidos
todo se vuelve un poco azul,
(en el sentido que le da el idioma inglés:
estar en blue),
cuando el mundo se pone en pausa
conmigo adentro
y puedo verme, también pausado
y también azul, como todo
y entonces el cielo baja
y el piso desaparece
las cosas se vuelven cada vez más grandes
todo a mi alrededor es enorme
hasta que descubro otra vez
que soy yo el que se encoge
y qué difícil
hacer algo más que nombrarla
Algo de viajar en tren me catapulta a otro sitio. Es un doble alejamiento: físicamente me traslado por kilómetros y kilómetros, hacia otros barrios, otras ciudades u otras provincias; mentalmente es un viaje hacia muchos lados y hacia adentro mío… o hacia muchos lugares de adentro mío. Habrá sido por el encuentro tardío, pasada la adolescencia, en la juventud madura: el choque con el pasado, una pretensión de eternidad que tropieza con la precariedad y el abandono; el sentido social de un viaje en tren, sus reminiscencias populares. Puede que haya sido todo esto, o nada. Lo cierto es que ese encuentro con uno mismo que tan poco lugar tiene en muchas otras instancias de la vida (al menos de la mía, claro), adquiere en una butaca de tren una dimensión magnífica y por tanto más que aprovechable. La mayoría de las veces, las palabras aparecen en mi mente por arte de magia y comienzan a enlazarse formando versos, que con suerte (de estar equipado) alcanzo a registrar en un papel. Otras veces, quedan dando vuelta en el aire para luego perderse en alguna de las lagunas impenetrables del olvido. Siempre, es algo más que un simple viaje en tren.
Constitución – La Plata (02-07-2011)
I
El invierno es frío
para viajar en el Roca.
II
imito al resto de los pasajeros
camino a través de los vagones,
vacíos, buscando
un lugar al fondo
sin saber por qué
pero lo hago
y no pregunto
III
el viaje parece temporal
un regreso en el tiempo la historia
los edificios decrecen
son casas
cada vez más precarias
y son ranchos y son
gallinas y chanchos
y son campos
con peones cosechando
quién sabe qué carajo
allí, donde buenos aires
se abandona a sí mismo.
IV
un guardia me llama la atención
“los pies en el asiento, no”
al pedo elegí el lugar
de las butacas enfrentadas.
V
Borges le queda chico
a un viaje como este.
(¿por qué siempre
nombrando a Borges?)
VI
indecisión, conflicto:
estirarme y de un golpe
cerrar las puertas
que siguen invitando al frío
o el calor de la quietud.
VII
nota mental:
pensar tanto hace olvidar
la sana costumbre
de enamorarse a cada rato.
de a ratos quiero ser vos
y no pensar tanto.
para RCM
hay que saber
cuándo llega
el momento justo
en que la noche termina
y el desvelo
se vuelve torpe.
cuando ya ha pasado
mucho tiempo
frente a una hoja
que aun sigue blanca
cuando los ojos
se detienen
una
y otra
y otra vez
en el mismo renglón
cuando la mirada
ya no llega
a la pared al techo
sino que se queda
bailando quieta
a mitad de camino
analizando
detalle por detalle
a la nada misma
es hora entonces
de terminar, al menos,
con esta noche.
el palo en la rueda la piedra en el zapato
el nudo en la garganta
hoy ni mis palabras
En qué momento
¿cuándo pasó?
en que momento
la vida nos pasó
por arriba, cuándo
Sin aviso, pasó
y se fue
y veo como se va
cómo se sigue yendo
en tantos tontos cuerpos
des-encontrados
en qué momento?
Ahí viene
ahí pasó
en qué momento
dejamos de ser niños?
“¿Creen que el camino de la Revolución está sembrado de rosas? ¿Qué no hay más que marchar de victoria en victoria, al son de La Internacional, y con las banderas al viento? Así sería fácil ser revolucionario. No, la Revolución no es una partida de placer. No, el camino de la Revolución está cubierto de zarzas y espinas. Aferrándonos al suelo que se nos escapa, con nuestras uñas y nuestros dientes, arrastrándonos si es necesario, cubiertos de lodo, debemos marchar a través del fango, hacia delante, hacia el comunismo, y saldremos vencedores de la prueba”
Vladimir Ilich Lenin